domingo, 4 de septiembre de 2011

BLACKWOOD MANOR: Capítulo 7 (1/4)


Adam despertó temprano aquella mañana. La pesadilla de todas las noches logró espantar su sueño una vez más, obligándolo a dejar la comodidad su cama antes de que incluso amaneciera. Se lavó el rostro con agua fresca, y así permaneció unos instantes, gozando de la paz que reinaba en el hogar a esas tempranas horas de la mañana. Consideraba que no había mayor placer que esos instantes de soledad y silencio de las que gozaba al despertar.
Antes de lo ocurrido con Karinna, no es que frecuentara las reuniones sociales londinense, pero sí solía participar en varias de ellas, llegando incluso a disfrutarlas. Una vez fue informado de su infidelidad- y verificó que era cierto-, se sintió perdido, como una nave a la deriva en medio de una colosal tormenta. A momentos creyó que acabaría naufragando, pero no fue así. Poco a poco los vientos comenzaron a menguar y el oleaje a calmarse, pero su ira seguía intacta, así como sus deseos de venganza. Consciente de que no podía continuar en ese estado, se alistó en el ejército en contra de los deseos de su padre y de su abuelo. Allí, viviendo en condiciones menos que suficientes y sin recibir dádiva alguna por su condición de noble, aprendió a valorar la soledad. Unía a los soldados una estrecha camadería, basada en la confianza y la lealtad, de modo que ninguno dudaría en colocar su vida a disposición del otro si fuera necesario. Sin embargo, la vida privada de cada uno seguía siendo un terreno intransitable, cuyos senderos nadie se atrevía a atravesar, ni siquiera dar una ojeada. Cuando Adam regresó a Blackwood Manor, se había transformado en una persona discreta e introvertida, que prefería disfrutar de un momento de pacífica soledad antes que de una velada social.

“No la conozco mucho a usted, Miss Beckesey, debo reconocerlo. Pero si me interrogaran en este mismo instante mi opinión sobre su persona, diría que usted es una mujer de sonrisa deslumbrante, que goza de la lectura de autores clásicos como Milton, que baila de forma espléndida y que disfruta más de una noche estrellada al aire libre que de un baile”.

Adam no pudo evitar recordar la dulce sonrisa que le había dirigido la joven al oír estas palabras. Le parecía un contraste fascinante las dos facetas del carácter de Harriet que había logrado entrever en tan corto tiempo: por un lado, audacia y coquetería, y por el otro, dulzura y delicadeza. Se agregaba a esto, su exquisito gusto por la literatura, sus bien fundamentadas posiciones y, ¿por qué no? Su idealizado concepto de Blackwood Manor y sus entornos. Le había parecido deducir incluso de sus palabras que le agradaba más el campo que la asfixiante vida londinense. Debía reconocer que la idea le agradaba, pero a su vez, una joven tan sofisticada y refinada como Harriet sólo debía sentirse verdaderamente cómoda y a gusto en una ciudad llena de vida social, distracciones y cultura. Eso no quería decir que fuera una mujer frívola, ni mucho menos, pero sí acostumbrada a la sociedad y a sus extravagantes exigencias.
“¿Y qué importa si es así?”, se preguntó, al comprender que la idea de que Harriet prefiriera Londres antes que el campo lo desalentaba.
-          Iré a cabalgar- pensó poniéndose en pie-. Debo despejar la mente…
Mientras se abrochaba los puños de la camisa, bajó las escaleras hasta la primera planta y se dirigió a los establos.
-          Señor, ya está usted despierto- oyó decir a Atwater.
Adam se dio la media vuelta y sonrió.
-          Como siempre- contestó-. Y por favor, dile a Elene que no se preocupe. Que estaré de vuelta a la hora del desayuno.

-          Como usted diga, señor- aseguró el mayordomo.
Un refrescante golpe de aire frío le acarició el rostro en cuanto salió al exterior. Con pasos rápidos y seguros, se dirigió a los establos y ensilló a Corsa, su yegua. Acarició sus crines brillantes y suaves, y le susurró unas cuantas palabras. Corsa lo había acompañado durante su servicio en el ejército, y ahora compartían cada amanecer cerca de dos horas de extenuante cabalgata. Lo entregaban todo durante la carrera, hasta que estaban demasiado agotados incluso para volver a casa.
-          ¿Vamos, amiga?- le preguntó-. ¿Estás lista para correr de nuevo esta mañana?
Corsa relinchó suavemente y le acarició el rostro con su hocico. Adam montó al animal de un salto, y salieron del establo en dirección a los campos que se extendían infinitamente frente a ellos. Los rayos del sol comenzaban a asomarse por encima de los montes, vaticinando un día cálido. Una bruma densa se extendía por el horizonte, cubriendo parte del paisaje con su turbadora presencia. Cuando regresaran con Corsa al hogar, la bruma ya se habría disipado, y con ella sus múltiples fantasmas del pasado, que cada mañana regresaban a penarle en sueños, e incluso despierto.
-          ¡Ea, Corsa!-exclamó espoleando al animal-. ¡No te detengas hasta que lleguemos a los montes! ¡Ea!
En apenas unos instantes, jinete y corcel desaparecieron en la lejanía.




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Harriet despertó al sentir unos suaves golpes llamando a su puerta. Se sentó en la cama, soñolienta, y preguntó quién era.
-          Soy Elene, Miss Beckesey- contestó la agradable ama de llaves, con aquella suave y cálida voz suya-. Le traigo el desayuno.

-          ¡Deme un instante, Elene!- suplicó.
Una vez levantaba y con la bata puesta, la autorizó entrar. Elene traía consigo una bandeja de plata llena de delicias preparadas por ella. La dejó sobre la mesilla que estaba junto a uno de los ventanales, y la instó a sentarse y comer.
-          ¿No cree que es mucho para una sola persona, Elene?- la interrogó dando un mordisco a una de las tostadas.

-          ¡Señorita Harriet!- exclamó la mujer sonriendo-. Créame, para un joven robusto y de edad madura, un desayuno como el suyo no es ni cercanamente aceptable para acallar su apetito.

-          Comprendo- asintió Harriet-. ¿Lo ha preparado usted, Elene?- preguntó señalando el dulce color oro que reposaba sobre una vasija de vidrio.

-          ¡Sí, mi niña!- exclamó con alegría-. Está hecho de los duraznos que el señor Atwater tuvo la gentileza de recoger ayer durante la tarde . Me he levantado muy temprano esta mañana para hacerlo…y tenerlo preparado para el desayuno…- Harriet, al observar que la mujer vacilaba, le dirigió una mirada llena de curiosidad. Presentía que deseaba decir algo, aunque no podía imaginarse el qué-. He tenido que madrugar, ¿sabe? Claro que jamás como el señorito Adam, que se levanta todas las mañanas muy temprano para salir a cabalgar.
Harriet sonrió imperceptiblemente al oír el nombre del futuro conde. Claro, ahora lo comprendía todo. Fingiendo que no se había percatado de las intenciones de Elene, ni de su repentina inseguridad, asintió y continuó con la conversación.
-          ¿Suele hacerlo siempre?- preguntó con el mismo tono de voz que habría ocupado para hablar sobre el tiempo.

-          Sí, señorita. Cada día- aseguró la mujer-. Al menos, desde que dejó el ejército y decidió vivir definitivamente aquí con el señor Conde.
Un brillo de curiosidad e interés brilló en los ojos de la joven la oírla decir aquello.
-          ¿Adam estuvo en el ejército? Es decir…- se apuró en corregir, al percatarse que lo había tratado por su nombre-. ¿Mr. Wontherlann sirvió en el ejército? ¿Cuándo ocurrió aquello?

-          Hace dos años, señorita. El señor Conde no estuvo de acuerdo con su decisión e intentó disuadirlo, pero ya verá que el señorito Adam es muy testarudo, y que cuando decide algo nada ni nadie puede evitar que lo cumpla- dijo.
Harriet asintió pensativamente.
-          Ahora, si me disculpa, debo volver a la cocina. En un rato más le enviaré a Judith para que le prepare su baño y le ayude a vestirse.- Se dio la media vuelta para retirarse, pero la voz de Harriet pronunciando su nombre la detuvo-. ¿Si, señorita?

-          No quiero parecer indiscreta, pero dígame, Elene, ¿qué razón llevó a Mr. Wontherlann a alistarse en el ejército?
Elene suspiró.
-          Ay, señorita Harriet, si pudiera contárselo todo- se lamentó la mujer-. Pero la razón por la que el hijo del señor Conde estuvo sirviendo en el ejército son privadas y no estaría bien que anduviera divulgándolas por ahí. Entiéndame usted, se lo suplico.

-          Elene, por favor, no se lamente usted- le dijo Harriet cogiéndole una mano comprensivamente-. No ha estado bien que le preguntara sobre un tema personal de Mr. Wontherlann. Disculpe mi atrevimiento.
Elene dio un cálido apretón a la mano de la joven, y asintió.
-          Es usted tan buena, niña. Sólo puedo decirle que el señorito Adam estaba pasando por momentos muy difíciles en aquél entonces. Estaba comprometido, pero las cosas se malograron y tuvo que cancelar su matrimonio- le informó-. Ahora debo retirarme. Que esté bien, niña.

-          Gracias por todo, Elene- le dijo Harriet.
Mientras bebía su té y acababa las tostadas, pensó en su conversación con Elene. Christinne le había dicho que a través de su carta que Adam había cancelado su matrimonio con Karinna Pontmercy un mes antes de que se celebrara. Según los rumores oídos por su amiga, el futuro conde la había dejado al saber que estaba embarazada, pero si así era ¿para qué romper su compromiso, si el bebé era suyo e iban a casarse?
-          Su reacción no tendría justificación, entonces- pensó Harriet.
Según los rumores, Adam había engañado a las demás hermanas Pontmercy también, ¿y si Karinna se dio cuenta de eso y rechazó a Adam por esa razón? Pero así fuera, ¿por qué no decirlo públicamente? Adam era padre de ese niño, y tenía que hacerse cargo de él. Era su obligación como caballero…excepto que, efectivamente, no fuera su hijo. Eso explicaría que quisiera aislarse y acabara alistándose en el ejército, lejos de la sociedad, los cotilleos y de Karinna. Pero si ella le había sido infiel, ¿por qué no negaba abiertamente los hechos que se le imputaban?
Harriet se acercó a los ventanales, y suspiró. De nada valdría hacer conjeturas, en primer lugar, porque no le interesaba si Adam tenía un hijo o no, ni las supuestas razones por las que había roto su compromiso con Karinna Pontmercy; y en segundo lugar, porque, seguramente, jamás podría averiguar la verdad.


_._._._._._._._._._._


Desde que llegó a la cocina, Elene no paró de alabar a Harriet Beckesey ni un instante. Aseguraba que era una jovencita educada, sensible y considerada, además de bella y delicada. Con ilusión, rememoró una y otra vez el baile de la noche anterior, y los momentos en que Harriet y el señorito Adam bailaron y luego salieron a platicar al jardín. Una y otra vez aseguró que jamás había visto una pareja más hermosa que esa, sólo comparable con la que hacían la Condesa y el Conde de Blackwood.
-          ¡Qué bellos tiempos fueron aquellos en que la señora estaba viva y llena de energía!- exclamó Elene llena de añoranza.

-          He oído que ella era muy generosa y buena- dijo Denisse.

-          Lo era, pequeña. Era muy considerada con todos nosotros. Jamás nos trató con displicencia, sino como a una familia, y puedo decir con toda soltura que yo la quise como una hija- aseguró la mujer. Con uno de sus brazos regordetes se limpió las lágrimas que habían comenzado a circular por sus mejillas y sonrió-. Era además una mujer muy alegre. No había momento en que no sonriera, incluso cuando estaba enferma. ¡Y el señor Conde la quería tanto! Jamás había visto yo un amor semejante, salvo el de mi querido John- afirmó-. Blackwood Manor ha estado muchos años de luto por la pérdida de la condesa, pero estoy segura de que eso pronto cambiará. ¡La señorita Harriet es tan parecida a la madre del señorito Adam! Huelo cambios, en Blackwood Manor, niñas. ¡Grandes cambios! Y créanme cuando lo digo, porque yo servía aquí cuando el señor Conde se enamoró de la que iba a ser su esposa, y no tardaron ni dos días en formalizar su compromiso. ¡Ya verán!- exclamó rebosante de alegría.
“¿Acaso no piensa callarse nunca?”, pensó Judith mientras refregaba el suelo. “Ha estado toda la mañana hablando de la perfectísima Miss Beckesey… ¡Estoy harta de oírla decir cuán maravillosa es”.  
-          Recuerdo que cuando la condesa llegó a Blackwood Manor, también era para quedarse sólo una muy breve temporada. Sus padres habían tenido que ir a Francia, y no querían exponerla a una viaje tan largo por su estado de salud- les informó-. El señor conde quedó fascinado con ella desde un comienzo, y me atrevo a decir que su hijo también por la señorita Harriet…
Harta de su cháchara repetitiva y sin fin, Judith se puso en pié bruscamente y salió de la cocina.
-          ¿A dónde vas Judith?- le preguntó Elene.

-          A los jardines- dijo-. Necesito tomar un poco de aire.

-          Está bien, pero no demores. Le he dicho a la señorita Harriet que irías a prepararle su baño en cuanto acabara de desayunar- dijo Elene, sin ser consciente de la incomodidad de la joven, ni de su malhumor.

-          Los que usted ordene, Mrs. Atwater- aseguró inclinándose ante la ama de llaves.
“Lo que me faltaba”, pensó contrariada.
Hirviendo de rabia y frustración, apoyó su cuerpo contra el tronco de un árbol e intentó serenarse. Por lo general, los señores y sus asuntos le tenían sin cuidado, pero esto era distinto. Desde que había sido contratado en Blackwood Manor, Adam Wontherlann había ejercido una intensa y extraña atracción sobre ella. No había podido evitarlo; simplemente había sucedido y ya estaba. Dos meses antes que las tres primas llegaran, habían limpiado y ordenado el hogar por completo, dejándolo impecable para los invitados que llegarían. Durante todo ese tiempo, intentó de todas las formas posibles llamar la atención del futuro conde. Se mostraba considerado con ella, como con Elene y Denisse, pero ella no quería su respeto. Había deseado con todo su corazón que el joven un día la invitara a su cuarto, pero eso jamás sucedió. Y por si fuera poco, ahora llegaba una damita refinada y elegante de Londres a arrebatarle la atención del joven por completo.
-          Pero no lo hará sin que antes sufra- pensó Judith esbozando una siniestra sonrisa-. Ya lo verá.   

18 comentarios:

Maria Fuertes dijo...

Ya has tardado en pasarte, por mi blog, si llego a descubrir el tuyo antes, no hubiera podido vivir.
Yo también adoro las peliculas, de época asi como los libros, asi que ya tienes otra seguidora más.
Que pasada de blog, que pasada.

Lara dijo...

¡Me voy a quedar completamente loca! Aiis, me dejas siempre con los pelos de punta con las cosas maravillosas e intrigantes que escribes, querida amiga.
Me gusto mucho la decisión que tomo Adam de enlistarse en el ejercito. Creo que en su situación y en aquellos tiempos tan difíciles que estaba pasando mi querida Inglaterra, lo menos que se podía hacer era aquello.
Como te he dicho, mi personaje femenino favorito es Agnes, pero Harriet tiene esa sensibilidad y curiosidad que caracteriza a las de nuestro sexo y la hace mas bella de lo que ya es.
Y Judith no se queda atrás, ¿verdad? Soy de las que creen que las sirvientas que siempre se enamoran de su patrón son las que mas sufren. Mira, por ejemplo, Jane Eyre -se que no era una sirvienta, era una institutriz pero al parecido es- ella tuvo que sufrir un montón por Mr. Rochester, y aunque al final las cosas de dieron a su favor, podría ser que no hubiera sido así, y de todas maneras la única que sufriría seria ella. De modo que mi querida J se va a tener que ir sacando esta idea de esa cabeza loca.
Me encanto el capitulo. Besotes!

anne wentworth dijo...

NOOOOOOOO!!!!!!.....
otra vez me dejas como novia de pueblo.."vestida y alborotada"... ja ja ja!!!.... que lo has dejado buenisimo, leer dos capitulos al hilo de tu novela me ha encantado, porque ademas involucraste a mi muy humilde opinion muy bien los hechos historicos, y la forma en que vas tejiendo la trama.... pero siempre llega el contuniara!!! ashhh!!!
eso si debo agradecer que estos capitulos los senti mas largos, pero no le quitaste ni un apice lo interesante!!!
me encanto!!!
un beso

Eli dijo...

Otro capitulo más que genial, ¡que ganas de saber lo que está tramando Judith! Lo siento por Harriet, pero tengo fe en ella y seguro que sobresale bien del asunto. ¿Se enterará Adam? ¿que hará si es así?

¡Viernes, llega pronto!

Un beso

AKASHA BOWMAN. dijo...

LLego tarde, como el conejito blanco al que seguía Alicia (me redimo sin embargo al confesar que los fines de semana estoy desconectada del mundo virtual) y es por ello que me he leído hoy los dos capítulo de un tirón (y me ha encantado).

¡Bravo por situar históricamente tan bien tu historia! Sería muy censurable cualquier desliz en este sentido pues antes de escribir cualquier incongruencia es mejor mantenerse en silencio.

Y me encanta ese lado desafiante de Julian, pues con su declaración rebosante de ebriedad no solo manifiesta un carácter arrogante y orgulloso, sino que acusa una oculta- o quizás no tanto- debilidad. Se atreve siquiera a incitar un duelo con "mi" Richard... necio engreído.

En cuanto a Sofía... debiera quizás cerciorarse primero de en quien deposita su confianza, pues el señor Fenwick, con sus procederes y tal como dice Harriet, ha demostrado ser cualquier cosa menos un caballero. Me ha recordado con sus tejemanejes un poco a Wickham y he de confesar que eso no le hace ningún grato favor al joven.

Ahora pasamos al capítulo reciente.

Me gusta despertarme temprano junto a Adam y ser testigo secreto de sus abluciones matinales. Me disgusta ser partícipe, asimismo, de las pesadillas reiteradas que torturan su mente y que le transportan a ese pasado que quisera seguramente olvidar.

Una cosita: la imagen que recreé en mi mente del caballero cabalgando con Corsa por los verdes prados circunvecinos a Blackwood me ha encantado. ¿Existe imagen más seductora que la de un apuesto caballero galopando en su montura? jeje

¿Sabes? Me cae bien Elene y yo diría que a ella no le disgustaría ver a Harriet en el papel de joven condesa.

Me apena mucho la pobre Judith. Aaaay, cuanto sufren las almas que aspiran a algo inalcanzable, pues en su obcecación no dudarán en pisotear a quienes se pongan por delante. Temo su futura conducta, un corazón enamorado (u obsesionado, diría yo) puede resultar letal.

Fascinante, niña, sigo expectante y enganchada a tu historia.

Recibe un beso afectuoso y mis sinceras alabanzas.

Citu dijo...

Pobre Judith que pasara ahora me da mucha pena por ella Un beso y sigue nena

Diana de Méridor dijo...

Madame, sospecho que la decisión de alistarse en el ejército oculta aún alguna sorpresa, y tal vez un gran escándalo.
Y Judith parece que se apresta para la batalla!

Encantada de volver por su mansión victoriana, madame. Siempre es un placer.

Feliz dia

Bisous

Wendy dijo...

Leyendo los capitulos de tu historia así como los de otras estupendas escritoras amigas me subyuga la vida campestre, es cierto que la campiña inglesa es muy hermosa y no le faltan alicientes puesto que en aquella época era una opción que elegian muchas familias, no hay nada más entretenido que un paseo en la campiña, siempre suceden cosas interesantes.

Me temo que Judith va a tener que librar una buena batalla, no será fácil conseguir que el conde se fije en ella teniendo señoritas de su posición disputandose sus favores...
Un beso.

Scarlett O'Hara dijo...

Todo caballero que se precie debe levantarse temprano para galopar al viento del amanecer, incluido Adam. Si yo fuera Harriet no me despegaría de la ventana para verlo ir y venir por las colinas jejeje, bueno, puede que me escondiera tras un seto para espiarlo, aunque creo que ese tipo de comportamiento es más apropiado para Judith. Me da pena en cierto modo, ya que todos incluida yo misma, hemos aspirado a algo más allá de nuestro alcanze y nos ha hecho sentir inferiores el no alcanzarlo. Lo unico que Judith necesita es un Adam a su altura y medida, uno que la quiera de verdad.
Besos:)

MariCari dijo...

Qué mundo más maravilloso me recreas... ser dama y caballero en esta historia es una gozada, cuna, modales y educación... tres cosas que las damas ricas tienen... y qué bien nos lo retratas con respecto a la pobre criada, pero no la hagas muy arpía... no sería justo... no, me dolería... piensa que está en un mundo doloroso para la pobreza y de oro para la riqueza y por qué no puede aspirar a estar en los brazos de un hombre aunque sea su amo... piensa en Jane Eire... una institutriz y además huérfana y fea... por qué no??? Pero si Adams prefiere a una chica preparada ;-) no seré yo quien le impida que galope a lo largo y tendido para aclarar sus ideas... ea, arre, y arre Corsa que el amor nos espera...
Me ha recordado el ama de llaves a la eterna Celestina...
Bss... amiga... me chifla tu historia... creo que ya te lo he dicho... je, je...

Princesa Nadie dijo...

Muchas gracias por tu visita,a veces estas cosas ocurren...he llegado a sentir mucha tristeza e impotencia pero pienso que en vez de lamentarme lo que tengo que hacer es comenzar de nuevo con ilusión
Me encantará engancharme a tu novela ,a ver si saco tiempo
Un Abrazo

Lara dijo...

Ya sabes... suicidio.

Princesa Nadie dijo...

Recibirte para tomar el Té será siempre un placer
un Beso

D. C. López dijo...

Hola Eileen!, ya estoy aquí de nuevo poniéndome al día con tu bella historia. Como ocurrió con los anteriores capítulos, me ha encantado!. Y la cocinera Elena me ha caido muy bien!!!, aunke no puedo decir lo mismo de Judith... no sé por k me da a mi k esta arpía va a hacer mucho daño... pero habrá k esperar a ver, jejeje.

Saludos bella y feliz viernes!, muak!!!

Anónimo dijo...

¡¡Por fín llegué!!
Mil disculpas por ponerme al día con esta preciosiisima historia tan tarde... Pero ya está :)

Es fantástica la historia Eileen, verdad; y hacen una pareja tana dorable Harriet y Adam! Están hechos el uno para el otro, aun que hayan obstáculos como el odioso de Dorian o la pobre de Judith... pobre ella, todo amor no es siempre correspondido...

PD: ¿En que película o serie aparece el caballero que encarna a Adam Wontherlann?
Y... mira que es apusto mi queridisimo y adorado Henry Cavill :) aquí aparece muy jovencitoo!

Besos,
Susan

genesis dijo...

Hola Eileen! Gracia por pasar por mi blog qué bueno que te guste a mí también me parece maravilloso tu historia espero que nos podamos seguir leyendo.
No te había visitado antes tu blog porque me fui de vacaciones con mi familia y apenas regrese hace unos días. Me encanta tu historia.
att. Lady G

Unknown dijo...

Hola Eileen!!
nos has dejado pasmadas y lo peor sin continuacion je je!!

espero pronto un nuevo capitulo, cuidate mucho, Bss.

Anónimo dijo...

Me dejaste con toda la intriga, ahora quiero saber qué va a pasar. Me encantó el capítulo y creo que sabés mantener la intriga. Espero con ansias lo siguiente.
Besos.