lunes, 26 de marzo de 2012

BLACKWOOD MANOR: Capítulo 8 (2/5)


Agnés, tras unos instantes, alzó la mirada y la paseó por la biblioteca. Deseaba con todo su corazón que Sofía y Harriet regresaran pronto junto a ella, pero también, debía reconocer que la presencia del joven capitán no la intimidaba, ni la incomodaba en modo alguno. No era especialmente diestra analizando a las personas, pero le parecía un caballero noble y agradable. Al menos su rostro y su mirada transmitían eso.
"Un piano", pensó Agnés, al tropezar su mirada con el dulce instrumento.
Sin poder evitarlo, se incorporó del asiento y se desplazó por la habitación hacia el instrumento. Desde pequeña, había disfrutado tocando el piano. Se había tratado de una atracción casi innata, como si hubieran estado ambos destinados a encontrarse y no separarse jamás. Recordaba haber esperado con ansias la mañana, para interpretar una de las melodías que su padre solía traerle con frecuencia, y haber detestado la noche, porque era el momento en que debía detenerse e irse a acostar. Las partituras las hacían soñar, y sentir cosas que, en circunstancias normales, jamás imaginaría con experimentar. Cada pequeña nota musical, era un sentimiento, un mensaje, que se deleitaba con expresar con la mayor exactitud posible. Lo que más había lamentado al abandonar su hogar, había sido dejar el piano y sus partituras. Sabía que los echaría de menos de forma entrañable, y que se sentiría perdida sin ellos. Sin embargo, ahí estaba, junto a ella...
Acarició con delicadeza su pulcra y oscura superficie, y lo abrió. Apreció maravillada las techas, las que tocó con las puntas de sus dedos, con extrema suavidad. Era como reencontrarse con alguien muy querido, con un buen amigo, y sintió que una tranquilidad infinita se posesionaba de ella. Sonrió y alzó la mirada hacia el capitán Dolleby.
-        ¿Le gusta a usted el piano?- le preguntó.
El hombre asintió.
-     Aprecio la música, si es eso lo que usted quiere decir.
-     Entonces, no le importará si...- vaciló. Jacob comprendió lo que quería decirle, sin necesidad de que acabara la frase.
-     En absoluto- contestó.
Agnés inspiró hondamente y cerró los ojos. Una dulce melodía comenzó a oírse, llenando la habitación con su dulzura. Era triste, pero a la vez, sus acordes envolvían una secreta esperanza, que habría hecho suspirar hasta al más escépticos de los hombres. Mientras la oía, Jacob pensó en los soldados que, a pesar del gran riesgo que su vida corría, se encontraban en el frente batallando bravamente por sus familias, por su pueblo, por Inglaterra. Cuánta valentía y coraje demostraban, sin embargo, como bien él mismo sabía, la desesperanza y el desconsuelo es el sentimiento que más a menudo mora en el corazón de los combatientes. Suplicaba que tan bella melodía, llegara hasta ellos y consolara su alma; que su calor los envolviera y llenara su corazón de renovada energía y esperanza.
Agnés continuó tocando, meciéndose con la suavidad de un rosa ante las caricias de la brisa. Tras unos instantes, abrió los labios y comenzó entonar una suave y etérea melodía. Con la delicadeza de una mariposa, sus manos fueron desplazándose por las teclas, a penas acariciándolas a su paso.


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Julián observó cómo Elene y Adam entraban al cuarto, y a pesar de los intensos deseos que tenía de ir en su ayuda, se obligó a quedarse quieto y a aparentar indiferencia. ¿Por qué preocuparse por aquella mujer desconocida? Su caballerosidad tenía un límite, y en ese momento en particular, se hallaba muy cercano al colapso. Cuando recordó el momento en que la vio con la mirada perdida, reprochándose su conducta tan duramente, no pude evitar que a angustia atenazara su corazón. Inspiró hondamente, intentando sobrellevar el ahogo que le sobrevenía, y quizá, con un poco de suerte, espantar también los recuerdos.
Preocupado, envió un vistazo al interior del cuarto de Miss Prince. La puerta había quedado entreabierta, y desde su posición, era capaz de verla por completo. Era una mujer con un encanto particular, delicada, compuesta y elegante. Durante sus años de  juventud debió de ser una muchacha esplendorosa, pero la vida la había convertido en una mujer resignada, destinada a sobrellevar su austera existencia y de intentar sobrevivir sirviendo a los demás, aunque fuera como dama de compañía al servicio de familias respetables y adineradas. Todos deberían tener la oportunidad de cumplir sus ilusiones, de tener una familia, de ser felices y de recibir tanto amor como sea capaz de contener tu corazón...
“Maldición”, increpó el joven apartando la vista abruptamente. ¿Qué es lo que se supone que estaba haciendo? Después de tantos años, no podía abrir las puertas de su pasado. Había aprendido convivir con su peso, manteniéndolo relegado en una lejana y oscura parte de su mente y de su corazón. Su padre era un experto disfrazando sus emociones, y él había aprendido del mejor.
-     Lo cierto es que, aunque le llenaran el pecho de plomo, no lograrían dar con su corazón- dijo en voz alta, a la vez que esbozaba una irónica sonrisa-. Porque jamás lo ha tenido.
Tenía la firme intención de bromear sobre las desgracias de la vida, y en especial de la suya propia, pero no pudo. La brecha que se había abierto  con su pasado, empezaba a filtrar todos sus antiguos miedos y rencores. Pero no debía permitirlo. Hasta el momento había logrado sobrellevarlo sin problemas, mantenerlo a raya, cercado entre las altas murallas de la indiferencia y el olvido.
“Y es lo que debo volver a hacer antes de que los daños sean irreparables”, pensó.
Julián dio la espalda a la puerta, y se alejó de allí con andar despreocupado. Una máscara de indiferencia cubría sus sentimientos, y el remolino incontrolable de emociones que se había desatado en su interior.


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Harriet subió los escalones y se dirigió raudamente hacia la habitación de Miss Prince. Se desplazaba lo más rápidamente que le era permitido. Era consciente de lo impropio que resultaba ver a una dama corriendo, sin embargo, la situación justificaba las prisas.
Llena de curiosidad, observó el pequeño libro que llevaba aferrado en las manos. No podía llegar a imaginarse qué podía estar ocultando Miss Prince en él. La curiosidad la instaba a investigar antes de llegar al cuarto de Miss Prince, pero su consciencia le impedía hacerlo. No se encontraba dentro de sus principios fisgonear en asuntos ajenos. Actualmente, las mujeres solían practicarlo como un pasatiempo, que en opinión de Harriet, era tan despreciable como la mentira o la calumnia; doncellas y criadas, damas de compañía y aristócratas, de todas las edades e incluso del más distinguido abolengo, caían entre sus macabras redes.
Con el libro firmemente cogido entre sus manos, dobló por el pasillo y se dirigió al último cuarto. Una figura alta y majestuosa flanqueaba la entrada del cuarto de Miss Prince. Adam, de expresión grave, se alzaba ante la puerta de la dama, con la rectitud y la perseverancia de un ángel guardián. Harriet no pudo evitar un sobresalto al verlo. Su corazón comenzó a dar enloquecidos tumbos en su pecho, que amenazaron con desestabilizarla con su ímpetu y frecuencia. Lo que menos deseaba en ese mismo instante, era tener que mirarlo a los ojos; a esos intensos ojos azules, que parecían capaces de entrever sus propios pensamientos, con la claridad de un espejo.
Se obligó a guardar la calma, y se acercó caminando lentamente hasta Adam. El hombre, al oír sus suaves pasos, alzó la mirada. Sus ojos, ahora turbios como el mar embravecido durante una tormenta, no demostraron emoción alguna al reconocerla. No había luz en ellos, ni simpatía alguna, sólo una profunda aversión.
-     ¿Qué hace aquí, Miss Beckesey?- la interrogó con igual dureza. Harriet inspiró hondamente, intenta controlar los sentimientos que en ese momento la agobiaban. No sólo debía lidiar contra los efectos que ese hombre tenía sobre su cuerpo, su corazón y su mente, sino también, ahora, contra su repentino e inexplicable desprecio.
“¿Qué he hecho para merecer tu desprecio?”, se preguntó, desalentada y confusa a la vez. “No lo entiendo…”.
-     Venía a comprobar el estado de…
-     Miss Prince está en buenas manos- la interrumpió abruptamente, antes de que pudiera acabar la frase-. Limítese a regresar junto a sus primas, Miss Beckesey.
Harriet sintió como una bofetada en su rostro la dureza de sus palabras, y su falta de cortesía. Incómoda, bajó la vista al suelo, en un intento por ocultar los sentimientos que en esos momentos la invadían.

De inmediato Adam se arrepintió de su actuar, y lo lamentó aún más, al ver la reacción de la joven. ¿Qué pretendía al tratarla de aquella forma? ¿Cuál era su objetivo? “Desquitarte”, se respondió a sí mismo. “Buscabas vengarte por lo que te hizo”. Al comprender que era cierto, Adam maldijo mentalmente. Jamás había caído en una práctica tan vil, sin embargo, ahora comprobaba una vez más el efecto que tenía la joven Harriet Beckesey sobre sí. Lo desquiciaba, instándolo a actuar de forma imprudente y sin control. La poca cordura que sus jóvenes años le otorgaban, se desvanecía bajo los influjos de Harriet, convirtiéndolo en un hombre completamente guiado por los instintos, los sentimientos y el corazón…
-     Mis Harriet…- se apuró en rectificar su equivocación, pero fue esta vez la joven quien lo acalló.
-     ¿Sabe qué es lo único que exijo de las demás personas con las que me relaciono, Mr. Wontherlann?- preguntó la joven, fijando en él una mirada luminosa y determinada. Adam habría deseado disculparse antes de que Harriet descargara su ira sobre él, pero decidió guardar silencio, y no volver interrumpirla. Resignado, esperó que ella misma respondiera la pregunta formulada-. Nada más que respeto. No siempre se puede exigir educación, ya que no todos tienen la dicha, ni la gracia, de ser enseñados según las normas de la cortesía y de las buenas costumbres. No puedo pedir que un granjero, demuestre un actuar recatado y adecuado de acuerdo a la circunstancia. Pero sí respeto- aseguró ella-. El mismo respeto que yo, sin distinciones de clase, familia, título o ascendencia, demuestro hacia los demás.
Harriet contuvo la mirada de Adam por momentos que le parecieron interminables. Sus ojos no dejaban entrever sus emociones, ni el gesto aparentemente impasible de su rostro. ¿Qué pensamientos transcurrían en ese momento por su mente? ¿Qué opinaría de sus palabras? ¿Se habría sobrepasado al dar lecciones de buena conducta al futuro conde? ¿Se sentiría herido en su orgullo? ¿Quizá indignado? “Dime algo, Adam”, suplicó interiormente. “Por favor”.
-       Niña, ¿qué hace usted aquí?- le preguntó Elene al abandonar la habitación.
Harriet tuvo que apartar su atención de Adam, y dirigirla hacia la amable mujer, que tan bondadosamente cogía sus manos en aquél momento. Harriet las estrechó con simpatía, sintiendo la inescrutable mirada de Adam examinándola con torturadora fijeza.
-     Quería comprobar el estado de Miss Prince, querida Elene- aseguró la joven. Dirigió una fugaz mirada a Adam, y agregó-: Mr.Wontherlann me ha asegurado que se encontraba junto a usted, y aunque aquello me tranquilizó, no pude evitar quedarme hasta oír personalmente la efectividad de su mejoría.
Elene sonrió.
-     No tiene nada de qué preocuparse, mi niña- le aseguró-. Ahora mismo voy a por una taza de té para ella. Su calor la hará calmarse. Ya lo verá.
-     ¿Cree que…?- vaciló Harriet-. ¿Cree que pueda hablar con ella, Elene? Además- agregó-, deseo devolverle este libro, que ha dejado olvidado en la biblioteca.
-     ¡Por supuesto, niña!- exclamó la mujer-. Estoy segura que le hará mucha ilusión. Entre usted, que yo volveré enseguida.
Harriet observó marcharse a Elene. Suspiró. Sabía que Adam la observaba atentamente, pero decidió hacer caso omiso del nerviosismo que su atención le producía, y dio unos golpecitos en la puerta. Oyó la voz de Miss Prince autorizándola entrar, pero antes de que pudiera coger la manilla y girarla, Adam lo hizo. Con elegancia, abrió la entrada y la dejó pasar.
-       Lo siento- creyó oírlo susurrar a su lado, al entrar al cuarto de Miss Prince.


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A pesar de su firme intención de mantener la compostura, no lo logró. Con cada escalón que descendía, Julián se sentía más agotado. Era como si hubiera estado corriendo el día entero, sin descanso. Ahora, las consecuencias de un esfuerzo tan prolongado finalmente se dejaban ver, con toda su intensidad, en su cuerpo.
“Y en mi mente”, pensó abatido.
La visión de un cuarto a oscuras, y luego, los gemidos ahogados de una mujer suplicando la libertad, lo dejaron pasmado. Sin aliento, se apoyó de un muro e intentó serenarse. “Demonios”, blasfemó mentalmente.



Quizá fuera cierto. Quizá llevaba demasiado tiempo negando su pasado; el dolor, el miedo, las interminables noches llenos de sollozos, los gritos, los golpes, las malas palabras y el rencor, volvían para atormentarlo igual que cuando era un niño. Un niño de apenas 10 años, lleno de impotencia e incapaz de proteger a su madre de la crueldad de su marido, a pesar de todos los deseos que guardaba de hacerlo.  Siempre pensó que al cumplir la edad suficiente podría ayudarla, a su madre y a Josephine, y abandonar juntos de Gravenor Manor. Pero nada de eso sucedió. Cuando cumplió los 17 años, ellas no estaban... ni nunca más lo estarían.

-        ¡Maldición!- exclamó si voz, sufriendo una ira y un dolor indecible en su fuero interno. Maldito fuera su pasado, maldito fuera su padre, y maldito él mismo. ¡E incluso Miss Prince, por haber dado origen a todo ese malestar que atenazaba su corazón!

Sintió unos furtivos y acelerados pasos acercarse hacia él. Sobresaltado, se dio la media vuelta, recibiendo justo entre sus brazos a una angustiada Sofía Beckesey.


9 comentarios:

Eileen dijo...

¡¡Queridas amigas y pololeras!! ¡¡He vuelto!! Sé que he demorado demasiado, pero como por ahí dicen, "mal vale tarde que nunca"...

Un gran beso a todos!! Un inmenso abrazo!! E iré poniéndome poco a poco al día en sus hermosos blogs!!

No se preocupen, muy luego todas tendrán una visita mia.

Scarlett O'Hara dijo...

Me alegro mucho de que hayas vuelto, ya comenzaba a ser preocupantemente larga la espera. Confio en que tu ausencia no se deba a nada serio y que todo esté bien :)
Has vuelto y los has hecho a lo grande, ¡que capítulo tan cargado de sentimientos! Muy bonito, aunque he de admitir que al principio andaba un poco perdida, pero en seguida he recordado y retomado el hilo.
Me ha emocionado el pequeño discurso de Harriet, es un personaje muy sesato al que es imposible que te caiga mal, sus palabras son justas y cargadas de verdad. No todo el mundo puede tener educación pero si mantener el respeto hacia la otra persona.
Julian tambien ha tenido su protagonismo destacado. Ahora que comenzamos a vislumbrar su pasado comienzo a entender el porqué se su comportamiento aparentemente fríbolo, frío y mezquino. Solo espero que no vaya a meter la pata con Sofia (ya sabes que tengo debilidad con este personaje y con Agnes) y vajo el influjo de ese revuelto de pensamientos dolorosos quiera castigarse a si mismo por sentir catigando a Sofia.
El fragmento de Agnes, también realmente precioso, por lo que parece nuestra timida Agnes tiene una secreta pasión por la música que la transforma en otra persona, espero que Julian en un futuro se de cuenta de ello.
Saludos y no te preocupes con lo de ponerte al día con los blogs, seguramnete vas a tardar un poco, porque hay mucho material jejeje
Saludos:)
Scarlett

Eli dijo...

Hola de nuevo Eileen. El capítulo me ha gustado mucho. La vida de Julián me ha intrigado, parece que ha sido horrible. Ya quiero saber más, espero que Harriet y Adam arreglen sus malentendidos.

Un beso y hasta pronto.

anne wentworth dijo...

Me da gusto tenerte de vuelta... ya ves? yo tambien me he escapado para leerte... pronto sere china libre para pasearme por todos los blogs...
buen capitulo!! besos!!

mientrasleo dijo...

Si que sigues!
Y menudo capítulo.
Has venido cargada de emociones y sentimientos.
Me encanta el personaje de Julian
Besos

Unknown dijo...

Eileen!
Si, definitivamente me tenias en ascuas, me da gusto leerte de nuevo y que sigas teniendo la inspiración para seguirnos deleitando.
Excelente capitulo!

bss....

princesa jazmin dijo...

Es una felicidad que nuestra pequeña dama haya vuelto a nosotros, espero hayas estado muy bien todo este tiempo y por lo que veo te ha servido para recargar las pilas.
Ya extrañaba a tus personajes, a los caballeros tan bellos y a esta linda historia que nos regalas, los has tenido en un limbo, eh?pobrecillos, jeje.
Qué brusco ha estado Adam con Harriet, debió ser difícil soportar el desprecio de sus ojos azules pero estuvo excelente con lo que le dijo, gran discurso y muy cierto.
Julian es un personaje interesante, hay mucho más en él que simplemente lo que le muestra el mundo.
Espero la próxima entrega con alegría.
Besitos y feliz retorno.
Jazmín.

Princesa Nadie dijo...

Me encantaría ponerme al día con tu novela poco a poco iré leyendo los capítulos atrasados y será un placer cada vez que me encuentre contigo
Un Abrazo

MariCari dijo...

Ya era hora guapa, menudas vacaciones, je ,je... !!! Y el capítulo ha estado divino, lo he gozado y espero que no me tengas mucho tiempo esperando la continuación... me gustó tenerte por el Jardín de nuevo, gracias por compartir todo, tus risas, tus palabras, tu novela y todo, todo, je, je... Bss