sábado, 3 de septiembre de 2011

BLACKWOOD MANOR: Capítulo 6 (8/8)


Felipe caminó por los pasillos de la mansión sin un rumbo definido. Le había dicho a Kenneth que iría a su cuarto, y aunque en un principio ése había sido su plan, ahora comprendía que lo que necesitaba realmente era relajarse y caminar un poco. Se acercó a uno de los ventanales que se perfilaban a lo largo del corredor, a su lado izquierdo, y admiró a través de los cristales inmaculados la belleza de aquella noche.
Tuvo que reconocer que las horas nocturnas en Blackwood Manor y sus alrededores era un espectáculo digno de ver. "Envidiable", pensó el futuro duque con nostalgia. En Norwich no podía deleitarse con aquellas vistas desde su hogar, ni gozar de tal quietud y serenidad. A esas horas, las calles de la ciudad seguían estando colapsadas de gente, y en este último de tiempo de guerra y crisis económica, se las veía atestadas de mendigos, enfermos, suplicas y llantos.
Le había dolido en lo más hondo ver en ese estado tan deplorable la ciudad. Con angustia, habían seguido él y su padre el deterioro de Norwich, cuya situación iba menguando con cada día que pasaba. Y luego, cuando las cosas parecían que iban mejorando- que el sol estaba haciéndose paso entre las oscuras nubes de la guerra-, ese bastardo francés volvía a aunar fuerzas y a atacarles. Lord Wellinghton no había demorado en reunir una admirable flota, la que partió con los primeros patriotas en dirección a Bruselas. Lamentablemente las fuerzas aliadas estaban desunidas, ya que habían acabado replegándose tras la aparente paz que había sobrevenido tras el exilio de Napoleón. Se agregaba a esto Prusia, cuyas relaciones diplomáticas no habían acabado en buenos términos, y no compartían las mismas rutas de suministros ni los cuarteles generales.
Felipe recordó la última carta que su padre les había enviado desde el frente de guerra, y de los temores que en ella expresaba:


"Nuestro enemigo es un gran estratega. Ha decidido ir a la ofensiva de inmediato, porque sabe que nuestras fuerzas están débiles, y una vez capte nuestra desavenencias con Prusia, intentará sacar provecho de ello. Calculamos que nos separan cerca de unos 80 kilómetros del cuartel Prusiano. Si Napoleón llega a atacar la única ruta que nos une, ambas fuerzas nos replegaremos en direcciones opuestas, siguiendo nuestras rutas de suministros. Una vez aquello ocurra, sólo la Santa Providencia será capaz de darnos la victoria".

"Lo único que juega a nuestro favor, es el ánimo que nos impulsa a luchar por nuestro país y nuestro pueblo, así como la integridad de Wellinghton, que con tanto valor y ahínco nos insta a no rendirnos y, en definitiva, a vencer".


El bloqueo continental al que los había sometido Napoleón los había debilitado, hasta el punto que sólo Londres había quedado en pié en Europa. Como una dama orgullosa y testaruda, se había mantenido, con su rostro en alto y mirada desafiante, esperando el golpe definitivo de su enemigo; la estocada que acabaría definitivamente con su libertad y su vida.
Habían tiempos difíciles aquellos, llenos de tensión, miedo y sobre todo, cargados de impotencia. Todos pensaban que Napoleón finalmente acabaría conquistando Europa entera, y que, lo quisieran o no, incluso Inglaterra tendría que despojarse de su orgullo y doblar sus rodillas ante su nuevo emperador. Pero nada de eso ocurrió. Las fuerzas de Napoleón cayeron, y antes de sufrir una derrota aplastante, el estratega se exilió a la Isla Elba. La paz había vuelto, pero la situación del reino seguía siendo crítica. El bloqueo continental había arruinado su economía casi por completo, y se requirió de un gran esfuerzo, material y espiritual, volver a poner los mercantes en marcha por las rutas comerciales habituales.
"Todo comenzaba a seguir su curso normal", pensó Felipe con añoranza. La hambruna, la pobreza, las enfermedad, habían hecho estragos en las ciudades, pero la esperanza de que en un futuro próximo todo iría cada vez mejor, acariciaba sus maltrechos y asustadas corazones con la ternura de una madre. Los Thograwn habían entregado gran parte de sus fortunas para reformar Norwich, la que había recibido gran parte de los ataques desde la costa, pero todo había sido en vano. La guerra volvía a amenazarlos, y la oscura sombra de Napoleón Bonaparte se erguía sobre ellos con todo su antiguo esplendor y grandeza.
Felipe negó con la cabeza, en un intento por despejar su cabeza de tan oscuros temores. Había dejado el baile para poder pensar en cualquier otra cosa que no fuese Sofía bailando con ese desdichado de Fenwick, pero su suerte no había mejorado. La guerra, el pueblo de Norwich, sus compatriotas ingleses que luchaban tan valientemente en el frente de guerra, su padre... No es que fueran exactamente pensamientos ni motivos por los cuales pudiera alegrarse, ni sentirse reconfortado. Al contrario.
Con aire pensativo, y la mirada perdida, cruzó el pasillo y se detuvo ante la biblioteca. Una de sus puertas estaba entreabierta, dejando entrever la alta figura de un hombre situada junto a uno de los ventanales. Felipe sonrió. No le vendría mal en aquél momento una buena copa de vino- lo más fuerte posible-, y una charla animada con un buen amigo.
Felipe esperó que en cuanto traspasara la puerta, Julián se daría la media vuelta y le hablaría, pero no lo hizo. A penas ladeó un poco el cuerpo, lo suficiente como para distinguir quién había entrado en la biblioteca y luego volvió a su posición inicial.
-        Veo que estás aquí- comentó Felipe enviándole una mirada llena de extrañeza.

-        Sí, me has encontrado- le oyó decir. Su habitual tono de voz pedante e irónico había desaparecido, y en cambio, se le oía molesto, casi airado.
Felipe se detuvo en la mitad del salón, frunció el entrecejo y observó a Julián con atención. ¿Acaso estaba ebrio? ¿Por eso se le veía tan extraño? Ya había tenido la grata oportunidad de ver a Julián bebido- y, como bien había podido verificar, su personalidad festiva, excéntrica e irónica no cambiaba ni un ápice en ese estado-, por lo que no pudo evitar pensar que esta vez, había ocurrido algo diferente.
-        Julián, ¿estás bien?- lo interrogó-. ¿Ocurre algo?
Lo oyó soltar una carcajada carente de humor, y luego soltar una maldición.
-        ¿Que si me pasa algo?- preguntó Julián-. Qué curiosa pregunta. Y aún más viniendo de ti.
Felipe decidió guardar silencio y esperar a que hablara por sí sólo. Julián se dio la media vuelta, se dirigió a la mesilla de caoba que se encontraba situada junto a la chimenea y se sirvió otro copa de licor, la que bebió de un sólo golpe. Soltó un gruñido al sentir el fuerte líquido rozando su garganta, y acto seguido, lanzó violentamente la copa de cristal hacia una esquina del cuarto.
-        Estás ebrio, Julián. Vete a dormir antes de que alguien te descubra en este estado- le sugirió Felipe.
Julián apoyó ambas manos en la mesilla del caoba, y fijó sus centelleantes ojos verdes en Felipe. Sonreía, pero su mirada y el gesto de su rostro carecían del humor que sus labios dejaban entrever de forma superficial.
-        ¿Y qué más da?- preguntó-. ¿Crees que le haré daño a alguien estando así? Jamás en toda mi desgraciada vida he perdido el control, con o sin licor circulando por mis venas-. Sonrió y dijo-: Sí, estoy ebrio.- Suspiró hondamente y agregó-: Maldición... He perdido la cuenta, ¿sabes? Ya ni siquiera sé cuántas copas he bebido. ¿Seis? ¿Siete? ¿Una botella entera? Ahora que lo recuerdo...creo que había abierto la segunda justo cuando has llegado.

-        Julián...

-        ¡Calla! ¡Calla de una vez, maldita sea!- exigió a gran voz. Julián alzó una mano, y le apuntó con ella-. Aunque puede que si Richard llega a entrar a esta habitación, acabe dándole el castigo que se merece...


Felipe le envió una mirada cargada de desconfianza.
-        No te atrevas a acercarte a mi hermano...

-        ¡No, Felipe! ¡Dile a él que no se vuelva a atrever a faltarme el respeto de esa forma!- exclamó Julián lleno de ira contenida. Esperó que Felipe objetara su acusación, pero no lo hizo. El futuro duque de Gravenor cerró los ojos e inspiró hondamente. Cuando volvió a fijar su vista en Felipe, parecía más tranquilo, hasta sobrio, y una extraña emoción velaba sus verdes ojos felinos-. Sabes muy bien lo que ha hecho. Y sabes también que si he tolerado su falta cometida contra mi persona y no le he puesto en evidencia en el mismo baile, es porque respeto la amistad que contigo comparto.- Se irguió cuán alto era, y caminó hacia el centro de la estancia, hasta quedar situado frente a Felipe-. Pero te lo advierto. Si vuelve a provocarme, no tendré la misma consideración con él. Es hijo de un duque, pero no heredero de tal título. Su rango es inferior, Felipe; no toleraré otra injuria semejante de él.
Julián se apartó a un lado y continuó su camino hacia la puerta. Se detuve en el umbral, y dijo:
-        Sabes cuál es el sanción para su falta, ¿verdad?

-        Si, lo sé- respondió Felipe en un tono de voz cargado de frialdad.
Julián asintió y se retiró del salón. Felipe, inmóvil en el centro de la biblioteca, no hacía más que oír una y otra vez las últimas palabras de Julián, a la vez que una creciente inquietud lo invadía.
"Sabes cuál es la sanción para su falta, ¿verdad?", había preguntado él. Sí, claro que la sabía...
Un duelo.
Un duelo a muerte.

_._._._._._._._._._._


Harriet cerró la puerta tras de sí y suspiró hondamente. Una pícara sonrisa bailaba en sus labios, realzando la coqueta expresión de su rostro. Lentamente, caminó hacia el centro de su cuarto, despojándose durante el trayecto de los guantes, el abanico y la cinta que rodeaba su cintura. Con gesto pensativo se observó la mano . El cosquilleo que la había invadido al sentir los labios de Adam rozando su piel, aún la perseguía. Su mirada no se habían apartado ni un instante de ella, cautivándola por completo. Se había sumergido en las profundidades del intenso azul de sus ojos, y  había deseado, con todo su corazón, jamás emerger de ellas...
Unos suaves, pero insistentes golpes, interrumpieron sus ensoñaciones y la obligaron a relegar momentáneamente sus impresiones sobre el futuro conde. Tomó asiento frente al tocador, y procedió a desarmar su peinado.
-        Adelante- dijo al fin, a la vez que unos suaves rizos castaños caían hasta su cintura.
Inmediatamente, la puerta que conectaba su cuarto con la habitación de Sofía, dio paso a sus dos primas. Harriet dirigió una fugaz mirada a las dos jóvenes a través del espejo y luego volvió a fijarla en su cabello. "Creo que Sofía está aún más contrariada de lo que creía", pensó ella. Sólo le había bastado un breve vistazo para verificar que así era. El gesto severo que detentaba su prima al entrar al cuarto era más que elocuente.
Harriet ladeó el rostro levemente para dirigirles una sonrisa, y luego volvió a observarse a través del espejo.
-        ¿Les ha parecido agradable el baile?- preguntó. Sin esperar recibir una respuesta, continuó-: Mr. Lawrence Wontherlann es un hombre honorable y generoso. No ha escatimado en gastos para celebrar esta agradable velada, y me parecieron que las palabras por él pronunciadas al inicio del baile, eran honestas y sinceras.

-        Harriet, debemos hablar- oyó decir a Sofía.
Harriet se soltó el cabello por completo, y suspiró con satisfacción. Sacudió la cabeza de izquierda a derecha un par de veces, y sonrió a Sofía.
-        Estamos hablando, querida- aseguró-. Al menos, yo lo estoy haciendo.
Sofía se acercó a ella y le dirigió una severa mirada. Era evidente que no aprobaba ni compartía su sentido del humor.
-        Debemos hablar, Harriet. Ahora- insistió.

-        Estoy escuchándote, pero no me imagino qué puede ser tan grave como para que tengas ese gesto en la cara. Que yo sepa, con Mr. Fenwick no estuviste tan seria, ¿no?
Al escuchar el nombre del caballero, Sofía desvió la vista, demostrando, de pronto, un azoramiento y un nerviosismo nada común en ella. Harriet siguió con detenimiento la reacción de su prima, quedando inevitablemente confirmadas la primera impresión que había tenido en un principio: Sofía había disfrutado de la compañía de Mr. Fenwick más de lo decorosamente permitido, y por cierto, mucho más de lo decorosamente conveniente.
-        De él justamente tenemos que hablar, Harriet. De Mr. Dorian Fenwick- concluyó Sofía recuperando su integridad y reposo-, y de tu vergonzoso actuar.
Harriet inspiró largamente y la encaró.
-        ¿Vergonzoso actuar dices?

-        Le rechazaste, Harriet, en pleno baile.  ¿Acaso se puede catalogar semejante conducta como correcta?- la interrogó-. Me temo, que ni siquiera hay palabras para describir la horrible ofensa de la que ha sido objeto tan noble caballero. ¡Y todo por estar con el hijo de nuestro anfitrión!
Harriet no pudo evitar enviarle una mirada de sorpresa. ¿Es que había oído bien...? ¿Sofía acababa de decir que...?
-        Creo que no comprendo. ¿Acaso me estás acusando de mostrar predilección por Mr. Adam Wontherlann?- preguntó-. ¿Se puede saber al menos por qué me imputas tan grave falta?
Sofía guardó silencio, avergonzada aparentemente por su propia osadía y el alcance de sus palabras.
-        Ese no es el punto, Harriet- concluyó la joven al recuperar la seguridad-. Mr. Dorian Fenwick es una caballero respetable y decente, que no merece recibir semejantes desaires, aún cuando no posea un título ni innumerables riquezas.- Harriet no objetó sus palabras, y en cambio, se dedicó a mirarla fijamente sumida en un pensativo silencio-. ¿Qué es lo que sucede?

-        Nada, Sofía. Pero deberías ser más cautelosa y poner más tención a la persona en cuyas palabras confías- contestó poniéndose en pié.

-        ¿Y lo dices tú, querida mía?- preguntó Sofía-. ¿Tú que has estado en compañía de un malvado hombre que lo único que busca es placer de las mujeres?
Harriet se dio la media vuelta, evidentemente sorprendida.
-        ¿Cómo has dicho?
Sofía sonrió victoriosa.
-        ¿Acaso no lo sabías? Me sorprende, considerando que hace sólo unos instantes atrás, me prevenías tan insistentemente contra un caballero- dijo-. Pero al parecer, la engañada fuiste tú.

-        ¿Qué yo fui la engañada?- preguntó Harriet.

-        Así es.

-        Sofía, ¿no te pareció extraño acaso que Mr. Fenwick mostrara tal interés de desacreditar la reputación de un caballero de la talla de Mr. Adam Wontherlann?

-        Me ha advertido sobre él y su pasado, porque es un hombre honorable y no desea que seas engañada, y aún menos injuriada por un hombre como ese- dijo-. Él sabía que yo podría advertirte y...

-        ¿Un hombre honorable? ¿Acaso un honorable habla de esa forma del hijo su propio anfitrión, Sofía? ¿Un hombre honorable baila con una dama por primera vez y le dice que es más agraciada que sus dos primas?- la interrogó. Al ver que ella le contestaría, la acalló de inmediato-: No, Sofía, escúchame tú a mí. No conozco a Mr. Wontherlann, ni soy quién para juzgarlo por su pasado. Sin embargo, creo que Mr. Dorian Fenwick ha caído en la peor de las faltas, al hablar de tales detalles con una dama que apenas conoce, y bajo el techo del padre del mismo a quien atribuye semejante pecados. No me imagino por qué Mr. Fenwick tiene en tan poco estima a Mr. Wontherlann, Sofía, pero espero sinceramente que recapacites y convengas conmigo que no es prudente dar crédito a sus acusaciones, hasta que no tengas pruebas irrefutables de que son ciertas. - Inspiró hondamente y agregó-: Sé que sueles creer que debes cuidar de nosotras, y sobre a todo a mí, ya que me consideras una jovencita alocada y frívola, pero por esta vez pon atención a mis palabras y a mis advertencias, ya que poseo más experiencia que tú y Agnés en estos asuntos. No sería la primera vez que un caballero engaña a una jovencita incauta e inexperta alardeando modestia y buenas intenciones; ni será la última, mal me temo.
Sofía se dio la media vuelta, y se dirigió hacia la puerta. Antes de llegar al umbral, se detuvo y dijo:
-        Tú no conoces a Mr. Fenwick. No le conoces en absoluto...

-        ¿Y acaso tu sí?- la interrogó Harriet.
Tras dirigirle una dura mirada, Sofía dijo a Agnés:
-        Vamos. Debemos ir a descansar.
Agnés dirigió una suplicante mirada en dirección a Harriet y luego en dirección a Sofía. Harriet, comprendiendo la causa de su indecisión, así como lo difícil que debía resultarle contradecir una orden de Sofía, la instó a seguirla.
-        No te preocupes por mí- insistió-. Yo estaré bien.
Una vez sola en el cuarto, Harriet se apoyó en el dosel de su cama y suspiró hondamente. Con lentitud se acercó hasta uno de los ventanales, y se dedicó a contemplar la noche. Le resultaba difícil creer que sólo unos momentos antes había estado en compañía de Adam, admirando las estrellas y disfrutando de la tranquilidad del ambiente nocturno. Había disfrutado junto al futuro conde de una paz que hace mucho tiempo le resultaba esquiva. La decisión de su padre de sumarse a los valientes que se debatirían en la guerra, y luego la noticia de su dolencia, habían logrado perturbarla enormemente, y eran la causa de que cada día, al despertar, sintiera su corazón y su estómago oprimidos hasta límites insoportables.
No podía negar que las acusaciones sin fundamente de Sofía habían acabado por hacerla enfadar, pero también, debía reconocer, que su reacción y el enojo con su prima no tenían justificación. En realidad, no sabía nada sobre Adam Wontherlann. Le parecía un hombre correcto y comprensivo, además, de poseer un atractivo y una mirada hipnotizantes. Pero, claro, esos atributos no lo convertían en alguien digno de su confianza, ni mucho menos.
Harriet sonrió. Aunque al fin y al cabo, ¿importaba acaso si los rumores que circulaban sobre Adam Wontherlann era ciertos o no? No, no importaban, por que cuando acabara la guerra ambos se separarían y jamás volverían a verse. Seguramente él continuaría refugiándose en aquella maravillosa mansión, y ella volvería con su abuelo y con Alexander. El correcto y amable de Alexander...
Eso era lo correcto y lo que ocurriría en definitiva, sin embargo, Harriet no pudo evitar apenarse al saber que, una vez dejara Blackwood Manor, jamás regresaría, ni volvería a ver al apuesto y atento futuro conde de Blackwood.

15 comentarios:

Eileen dijo...

Bienvenidos a Blackwood. En primer lugar, les pido disulpas por el retraso, pero fue imposible publicarlo el viernes por problemas de conexión. Y segundo, espero que disfruten de su estadía por estos lugares.

Cariños,

Eileen

Lara dijo...

Querida Eileen mía, ¡me has dejado con los pelillos de punta! ¡Santo Cielo! Gracias por preocuparte por mi 'suicidio', como ves, he decidido venir a visitarte a mi querida mansión, para que vieras que aun sigo con vida pero me temo que te dispenso por tu demora. Es un caso común.
En cuanto a la parte 8 del capitulo 6 -debo decir que hasta ahora es mi capitulo favorito- me has dejado con unas ganas tremendas de leer mas. Yo se que los haces tan largos como puedes, ¡pero a mi se me hacen excesivamente cortos! Por eso lo leo dos veces.
"Sabes cuál es la sanción para su falta, ¿verdad?", había preguntado él. Sí, claro que la sabía...
Un duelo.
Un duelo a muerte.
Ayayayay, ¡me dejaste si habla! Pero que no se le ocurra tocar a el pequeño Richard ni tampoco a Felipe imponerse entre ellos dos porque me voy a morir de un infarto.
Espero con ansias el lunes o martes o miércoles o cuando puedas publicar para leer el capitulo siete.
Besotes!

Anónimo dijo...

Ya quiero saber qué va a pasar con lo del duelo y los amores y relaciones que van surgiendo.
Besos.

anne wentworth dijo...

estuvo excelente este capitulo, me ha encantado como Harriet pone en su lugar a Sofia....
pero sabes que es lo mejor de todo????..... que ya esta el siguiente capitulo y sabre la continuacion!!!!
un abrazo!!

D. C. López dijo...

¿Un duelo?, no por favor!, Este Julian no habla con conocimiento, es el alcohol el k ha puesto esa amenaza en su voz... pobre Felipe, ahora se encuentra en medio de su amigo y su hermano... y esta Sofia, para ser la mayor de las primas es una ingenua e ignorante... menor mal k Harriet es valiente y no se deja amendrantar!.

Bueno reina, luego sigo k voy a dormir la siesta con mi niña k ta muy pesada y con sueño. Ta luego!, muak!!!

Eli dijo...

¡Que me paso de comentar este capitulo! Si que lo había leído ayer por la noche, y pensé que lo había comentado.

Bueno, allá voy. A mi me encantó esta parte de Julian, un hombre que se siente desgraciado y busca el consuelo del alcohol, pero que sabe ser un amigo. Felipe estaría en una situación horrible si su mejor amigo y su hermano se batiesen en duelo, espero que eso no pase.

Y Sofía me saca de quicio, no debería dejarse llevar por una primera impresión tan ciegamente y debería pensar que aunque a su parecer Harriet no siempre actúe correctamente, su prima tiene mucha más experiencia que ella en estos temas. Tendría que moderar más sus sentimientos, creo que la tímida Agnes ha sido mucho más responsable que su hermana mayor.

Un beso y hasta el viernes!!

mabycrazy dijo...

un duelo?? ... era todo por el alcohol verdad??Julian no iba en serio...y Sofia, por dios q boba por no decir otra cosa..y bien por Harriet q la pone en su sitio.. bsos

MariCari dijo...

Vaya, pues podían haberse dicho un poquito más una a la otra... porque el asunto no es una memez sino todo lo contrario, creo que será clave para el futuro, no en vano, este tema ha conseguido distanciarlas... ah!! los hombres.. en cuanto entran en un miniuniverso femenino... éste... salta por lo aires... y más si son tan guapos y buenos mozos, je ,je... Bss.. amiga...

Eileen dijo...

LADY BINGLEY, queridisima mia!!! Gracias por estar aqui una vez mas!

Sí, un duelo a muerte. Los caballeros eran muy quisquillosos en esos tiempos en relación al tema del honor y el respeto. Los duques tenían un mayor rango que los condes, y por ende, cualquier falta a su persona les indignaba.

Aunque te imaginarás que Julián está tan contrariado por otras razones anexas al comportamiento de Richard. La culpabilidad tiene un papel muy importante en su estado de ánimo...

Y bueno...

Bienvenida una vez más y espero tu pronto regreso!

Eileen dijo...

DANY NPHENIX, gracias!! Espero que los próximos de capitulos sean igual de satisfactorios!!

Besos

Eileen dijo...

ANNE WENWORTH, jajajaja entonces te iré a contestar en el capítulo siguiente jajjaja

MIl cariños querida!! Espro que disfrutes tu visita a mi hogar!!!

Eileen dijo...

DULCE CAUTIVA, como siempre, es una alegría verte por aqui. No he podido participar en los concursos, porque los estudios y el trabajo me tienen hasta el cuello de cosas que hacer!!

Juliá, Julián, Julián... Uno nunca sabe cómo va actuar, qué va a decir, ni porqué lo hace. Aunque de algo yo no dudaría, jamás haría daño a nadie; pero me temo que, en lo que Rochard respecta, tiene hacia él una aversión casi personal.

Felipe se encuentra en una sotuación imposible, aunque sabe que Julián se encuentra en su derecho para cumplir su amenaza.


Cariños y besos

Scarlett O'Hara dijo...

A sido un magnifico final de velada. Interesante hasta el final sin duda, mi parte favorita: ese Julian borracho (¿de amor?) y más confuso que un pinguino en el caribe.
Me a encantado de verdad ese fragmento, ha sido muy profundo y sutil y a la vez muy oscuro, me ha sorprendido la actitud y la reacción de Julian. Este hombre es muy interesante.
Pobre de Sofia, tan ilusionada con el recien descubierto amor que es incapaz de ver el mal delante de ella, la cabezonería es muy mala y Sofia es un poquito tozuda. ¡Por favor Harriet hazle ver la verdad!
Besos:) y gracias por poner la foto.

Gala dijo...

Querida Eileen me he paseado por tus dos blogs, y he de decirte que me has conquistado.
El canon de pachembel ha sido la guinda.
Soy músico aficionado desde que era una niña y entre eso y tus relatos...
Definitivamente, me voy a quedar.

Besitos mil.

Eva dijo...

Hola!

Gracias por pasar por nuestro blog. El tuyo es estupendo, ojalá pueda darme un ratito para leerte, tiene muy buena pinta.

Te dejo un enlace, por si te apetece echarle un vistazo.

Saludos

http://paginas-enblanco.blogspot.com/2011/09/apoyando-los-blog-novela.html