jueves, 23 de junio de 2011

BLACKWOOD MANOR: Capítulo 6 (1/8)


-        ¿Están listas?- preguntó Sofía-. Y acuérdate Agnés, no dediques ni una mirada a ese descarado de Julián Ranford.
La rubia joven asintió sumisa, y evidentemente nerviosa. Harriet le dio una cálido apretón en el brazo, y le sonrió. Era un gesto sencillo, pero que inspiró a la pobre muchacha de renovadas fuerzas para enfrentar la dura prueba que se le venía por delante.
Juntas recorrieron el camino hasta el Salón Dorado, donde la fiesta se iba a desarrollar. Como sucedió cuando bajaron a desayunar, Atwater las esperaba en la puerta para anunciarlas. Les dedicó una profunda y respetuosa reverencia, y procedió a abrir las puertas.
-        Harriet, tengo miedo...- le susurro Agnés.
Harriet habría querido consolarla y llevársela lejos de ahí, pero no podía hacerlo. Agnés debía sacar fuerzas de su debilidad, afrontar los momentos difíciles y superar su timidez. Le dirigió una confiada sonrisa y negó con la cabeza.
-        Pues espántalo- le contestó-. Porque un Beckesey jamás debe tener miedo. ¿Entendido? Ahora levanta ese rostro y crucemos ese salón dignamente hasta nuestros puestos.

-        Miss, Harriet, Miss Sofía y Miss Agnés Beckesey- anunció Atwater. 

Sin esperar ni un instante más, las tres jóvenes cruzaron las puertas y entraron al salón.
 
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Al lado derecho de la habitación, a un costado de una larga mesa caoba llena de las más variadas delicias, se encontraban congregados la mayoría de los jóvenes asistentes. Julián se sirvió del ponche que reposaba al centro de la mesa, y tras entregar una copa a Kenneth, se sirvió una para él mismo. Bebió un sorbo del dulce licor, y sonrió con satisfacción.
-        ¡Cómo extrañaba esto!- exclamó-. No existe un ponche más apetecible en todo Inglaterra que el preparado por Elene.

-        ¿No habrás bebido suficiente, Julián?- le preguntó Felipe.

-        A penas es mi primera copa en toda la fiesta- se defendió el otro, dirigiéndole una mirada que pretendía demostrar inocencia.

-        Si, y la vigésima desde que inició el día. La fiesta aún no comienza, y ya estarás ebrio.
Julián suspiró profundamente, con fingida afectación.
-        Amigo mío, soy más cuerdo con licor en mi sangre que sin ella. Ya te lo he dicho antes.
Richard, que hasta el momento se había mantenido en silencio, preguntó:
-        ¿Dónde se encuentra Adam? No le he visto en todo lo que pasó de la tarde.

-        Tenía algunos... asuntos importantes que atender- respondió Felipe con discreción.
Richard asintió, al parecer satisfecho con la respuesta, y siguió inmerso en sus profundas cavilaciones. En ese mismo instante, Julián, Kenneth y Felipe intercambiaron una mirada. Conocían la razón de la prolongada ausencia de Adam, pero no por eso se sentían más aliviados.
Felipe dirigió la vista hacia el extremo opuesto del salón, donde Dorian Fenwick intercambiaba una superficial conversación con Dave Richmond. Frunció el entrecejo. Antes de lo ocurrido con Adam, Dorian Fenwick le parecía un hombre noble y correcto, aunque jamás habían hablado lo suficiente como para hacerse una apreciación más certera de él. Luego, cuando supo lo ocurrido con las hermanas Pontmercy, su sola presencia le resultaba repulsiva.
"Sólo un desgraciado sin una pisca de honor, ni decencia, se habría aprovechado de tres hermanas", pensó. "Y sin sentir la más mínima culpa". No entendía cómo podía estar en paz con su conciencia, luego de haber cometido semejante fechoría.
-        Ahí viene- oyó murmurar a Kenneth-. Adam ha llegado.
Adam entró por la entrada lateral del salón. Su gesto era inescrutable. Parecía relajado, aunque Felipe dudaba que ese fuera su verdadero estado.  Cruzó la habitación, con la vista fija en sus amigos. Cuando al fin llegó hasta ellos, inspiró hondamente y pidió a Julián que le sirviera un poco de ponche.
Felipe dio un breve vistazo a los invitados. Dorian Fenwick no había despegado su mirada de Adam en cuanto había ingresado al salón. Esbozaba una jocosa sonrisa, con el evidente objeto de burlarse de la situación en la que se encontraba Adam. Por suerte éste último no podía fijarse en ese detalle, ya que le daba la espalda. De no haber sido así, no podría prever las consecuencias. Considerando el actual estado de ánimo de su amigo, en sobremanera irritable e impulsivo, las posibilidades eran infinitas.
-        ¿Has hablado con tu padre?- preguntó a Adam, sin hacer alusión al tema de forma directa. Richard estaba cerca, y también Lancelot, el primo de Kenneth, quienes no sabían nada del asunto y aún menos la verdad de lo ocurrido.
Adam tardó en responder la pregunta.
-        No- respondió al fin-. No le confié la verdad en aquella época, y no lo iba a hacer ahora.

-        Quizás sólo esté de paso- aventuró Kenneth.

-        Eso espero- aseguró Adam, pero sin demasiadas esperanzas.
"No puedo creer que comparta el mismo salón con ese malnacido", pensó Adam controlando la profunda e intensa rabia que sentía. Si había una razón por la que había decidido establecerse en Blackwood Manor, lejos de Londres y los altos círculos sociales en los que solía participar, era para acabar con los múltiples cotilleos, no ver más a Karinna- cuyo sólo nombre bastaba para hacerle sentir nauseas-, y para no tener que toparse jamás con Dorian Fenwick, el culpable de haber seducido sin escrúpulo alguno, no sólo a su prometida, sino también a sus hermanas.
-        Hay que ver lo irónica que es la vida- murmuró bebiendo la copa de un sólo trago. Frunció el entrecejo. Necesitaría algo más fuerte si deseaba afrontar las presentaciones y los saludos a los que tendría que someterse en unos instantes más. Tendió la copa la Julián-. Sírveme más.

-        No creo que sea adecuado. Embriagándote no lo lograrás nada- le advirtió Felipe.

-        ¿Por qué será que pienso lo contrario?- ironizó sin humor.

-        No creo que sea tan mala idea- declaró Julián a su vez-. Si bebe lo suficiente, cualquier disparate que diga o haga en contra de Dorian Fenwick estará justificada- aseguró sonriendo-. Por eso siempre bebo en exceso. Los ebrios son inocentes ante toda causa.
Adam le envió una escrutadora mirada.
-         Me tienen tildado de mujeriego, y un hombre sin honor, Julián, y cuántos otros despreciables calificativos más cuya existencia desconozco- dijo con dureza-. No voy a permitir que además me tengan por borracho.
En ese instante, Atwater abrió la puerta principal del salón del baile, y anunció a gran voz:

     -          Miss Harriet, Miss Sofía y Miss Agnés Beckesey.



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Felipe desvió la vista.
De pronto, el salón entero se sumió en el silencio, todas las miradas atraídas inexorablemente por las tres jóvenes, que, como diosas venidas del mismo Olimpo, cruzaron el salón con majestuoso andar. Eran como una explosión de luz y calor; una magnífica función de colores, femineidad y delicadeza.
Harriet abría la reducida comitiva. Lucía un primoroso vestido de seda azul zafiro, con vuelos orlados de encaje y perlas. Rodeaba su cintura una delicado cinta color marfil, cuyas extremidades caían grácilmente hacia el suelo. El escote moderado, dejaba entrever el inicio de sus generosos bustos, y una gran porción de su piel color crema, lozana e inmaculada. Sus movimientos, y su cuerpo entero, desprendían determinación, energía y sensualidad. Sus delicados labios estaban curvados en una pícara sonrisa, astucia y alegría que también se hallaban reflejados en sus expresivos ojos.
La precedía la delicada, y levemente más baja, figura de Agnés. La joven no tenía el mismo desplante de su prima, pero su belleza delicada y natural la convertían en una mujer igualmente deseable. Su rostro, de una blancura marmolea, poseía la perfección y la inocencia de una muñeca de porcelana. Lucía un vestido color dorado, como el de sus cabellos, que caían grácilmente hasta su cintura, cual cascada de oro fundido. En cuanto entró al salón, abrió su abanico y ocultó parte de su rostro tras él. Sus ojos claros, tan azules como el cielo mismo, recorrieron el salón con el delicado y fugaz aleteo de una mariposa, y al ver que todos los presentes tenían su atención fija sobre ellas, ni siquiera su abanico fue capaz de ocultar el rubor que, en el acto, invadió sus mejillas.     
La última de primas en presentarse fue Sofía. Su peinado alto, adornado por un sencillo, pero bello, arreglo de flores, le daba un aire recatado y elegante. Lleva el rostro en alto, reflejando en parte una personalidad orgullosa y determinada. El vestido turquesa que lucía no era un modelo tan provocador como el de Harriet, pero sí de extrema exquisitez y elegancia. Un escote no muy pronunciaba dejaba entrever parte de su piel blanca, y una gargantilla de plata, de la que prendía una hermosa joya de apariencia similar al zafiro.
"Es distinguida...y hermosa", pensó Felipe sin poder apartar la vista de ella. Había algo en su mirada, y en su postura erguida y orgullosa, que lo obligaba a admirarla hasta el cansancio. Era mucho más que su agraciado rostro, o el cuerpo perfecto y delicado que podía adivinarse bajo aquél sencillo vestido, aunque no sabría decir precisamente el qué.
Al comprender que la estaba observando demasiado fijamente- conducta absolutamente impropia de él, por cierto-, carraspeó incómodo y se sirvió un poco más de ponche. Sentía la irresistible tentación de volver a fijar la mirada en Sofía, la que en ese instante cruzaba el salón junto a sus primas, pero evitó hacerlo. No era correcto, y tampoco deseaba sentirla incómoda. Le pediría más tarde un baile, y entonces...
"¿Un baile? ¿Con qué fin?", se preguntó. Por un lado, era su deber como caballero sacar a bailar las damas presentes, y por el otro, no había nada de malo en desear pasar un buen momento en compañía de una mujer joven. Suspiró y bebió otro sorbo del suave licor. ¿Para qué engañarse? Lo que en realidad deseaba era conocer a Sofía, y descubrir qué lo atraía de ella de esa forma tan intensa; descubrir por qué le costaba tanto resistirse a mirarla.  Pero, no. No podía permitirse hacer semejante cosa. En primer lugar, porque estaba comprometido, y segundo, porque no sería justo para ella. Sofía no le parecía de aquellas muchachitas insensatas que se ilusionan con cualquier minucia, pero no podía correr el riesgo. No quería lastimarla...
Alzó la vista, y la dirigió al extremo opuesto del salón, donde Mr. Wontherlann se acercaba a las recién llegadas para realizar las presentaciones correspondientes. Seguían al Conde, Mr. Richmond y Mr. Fenwick. Felipe involuntariamente frunció el entrecejo. Dorian Fenwick sonreía altivamente. No apartó la mirada de las tres jóvenes durante todo el trayecto, observándolas fijamente, con profunda y evidente fascinación. Una destello de admiración resplandecía en sus ojos. Parecía satisfecho, seguro de sí mismo; ávido, como el depredador al rastrear a su nueva víctima.
"Infeliz", pensó Felipe indignado.
Dorian Fenwick tenía tres nuevos objetivos de su lujuria en mira...
Tres nuevas y bellísimas presas.


8 comentarios:

anabel dijo...

lo sabia!!!!... ese Dorian es el dolor de cabeza de todos!!!....lo que no me explico es por que Adam no le ha contado la verdad a su padre el conde, asi se evitaria este mal momento....
se ve que van a pasar muchas cosas en este baile, entonces me pondre en un lugar estrategico para no perder ningun detalle...!!!
un saludo

D. C. López dijo...

Hola guapa!, t puedes creer k s m hizo el capi corto?. Ya tengo ganas k estas tres parejitas intimiden y k manden a freir esparragos a ese tal Dorian...

Bueno perla, k pases wena noche y un fantastico fin d semana, muak!!!

Scarlett O'Hara dijo...

Este capitulo ha resultado precioso, como nos tienes acostumbradas. Que alegría que Felipe se haya fijado en Sofia, son tal para cual, me encanta, pero que pena que el pobre caballero este comprometido, eso es injusto.
Pobrecita Agnes, esta chica con lo timida que es no se le ocurre otra cosa cosa que llevar un vestido dorado a una fiesta, es un color que llama demasiado la atención.
Me dispongo a leer el siguiente capitulo. Saludos:)

princesa jazmin dijo...

Hola Eileen, por fin están comenzando a entrelazarse los destinos de los jóvenes y todo parece indicar que el villano tiene nuevas presas en mente, ojalá Adam pueda poner a las damas en guardia antes que suceda algo.
Felipe se siente muy atraído por la sofisticación de Sofía, veremos si se anima a pedirle un baile.
Me gusta el briboncillo de Julian, siento algo de la presencia del señor Wilde por allí, la línea: "los ebrios son inocentes ante toda causa" estuvo muy divertida.
Besitos!
Jazmín.

Eileen dijo...

ANABEL, lamento el retraso, y gracias por pasar por aqui!!! Yo estaré contigo en ese lugar estrategico jajajaja asi podremos comentar a medida que sucedan las cosas

Besos

Eileen dijo...

SCARLETT!!! En ese tiempo era muy común que los caballeros se vieran comprometidos con mujeres a las que no amaban, más por conveniencia que por otra cosa. Adoro la pareja que hacen felipe y Sofía.

Eileen dijo...

PRINCESA JAZMIN, por supuesto, Oscar Wilde es mi escritor favorito!!!! ESperemos que Adam haga algo, aunque no te doy muchas esperanzas, ha guardado silencio por muchos años como para decir algo... o no?

Gracias por pasarte por aqui! BEsos!

Eileen dijo...

DULCE CAUTIVA, anduve desaparecida pero aqui estoy, con publicaciones, desde hoy´, continuas y puntuales jajaja

Si, Dorian Fenwick sea una verdadera molestia desde hoy día. Ojalás que su presencia no logre causar muchos estragos!

Besos